Todo está en los libros
La Feria del Libro cumple 91 años
Es una de las citas más importantes de cada mes de junio en la ciudad de Madrid. Dos semanas durante las cuales el Parque del Retiro se llena de libros, autores y casetas en una imagen que ya forma parte de la primavera en la capital.
Sin embargo, la historia de la Feria del Libro ha sido cualquier cosa menos tranquila: fundada por el editor oficial del comunismo en España con la oposición de los libreros, la llegada de la Guerra Civil a punto estuvo de acabar con ella antes de resurgir con la llegada de la Democracia.
Pero antes de hablar de la Feria de Madrid vamos a viajar en el tiempo. Así, las primeras Ferias del Libro se celebraron en el siglo XV, pocos años después de la invención de la imprenta. Evidentemente eran muy distintas a las actuales, pues se trataba de eventos solo para impresores profesionales, algunos autores y las distintas órdenes religiosas. Estas primeras Ferias del Libro eran por lo tanto eventos privados en los que lo importante era la compra y venta del papel o la tinta.
Por cierto la primera Feria del Libro tiene detrás una historia curiosa. Hay que viajar a 1462, cuando distintas editoriales e impresores se reunieron en Frankfurt para celebrar una Feria de Libros, y es que, tras demandar a Gutenberg por impago, y quedarse con su imprenta, intentaban sacar rentabilidad al invento del alemán.
En el siglo XVII a Frankfurt le sale competencia, y además cercana, pues Leipzig pone en marcha una Feria del Libro que enseguida opaca a su rival. Tanto es así que la ciudad se convierte en el centro del comercio de libros de Alemania, un rango que mantendrá hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, y es que, al haber quedado Leipzig en la zona controlada por la Unión Soviética, el gobierno alemán decide trasladar el foco a una renovada Feria del Libro de Frankfurt, que, naciendo en 1949, es hoy la más importante del mundo con más de siete mil expositores.
Pero con la llegada del siglo XX los libros comienzan a llegar a las clases populares, y esto provoca una eclosión de Ferias y Fiestas del Libro por toda Europa, que años más tarde se extenderá por América. Una de las primeras es la Fiesta del Libro de Madrid, creada en 1926 durante el gobierno de Primo de Rivera. La intención de esta fiesta era celebrar el Día del bautismo de Cervantes, el 7 de octubre, permitiendo a los libreros sacar los libros a la calle, montando tenderetes en las puertas de los comercios.
El efecto fue inmediato, pues el público accedía a libros a un precio especial, y los libreros se deshacían de aquellos que tenían en stock. Tanto es así que en 1928 la fiesta se convirtió en Semana del Libro celebrándose durante los días cercanos al 23 de abril. Este éxito hizo que las editoriales quisiesen montar su propia Fiesta.
Así, en 1933, y también en plena Semana Cervantina montaron veinte puestos en pleno Paseo de Recoletos para vender directamente al público ejemplares nuevos, y además, con descuento. Obviamente esto provocó las protestas airadas de los libreros, que lo veían como una competencia desleal de las editoriales, pero la idea de esta feria triunfó al tener el apoyo explícito del Gobierno de la República. No en vano el mismísimo ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, fue el encargado de inaugurar esta primera edición de la Feria, además de promocionarla con altavoces y carteles por toda la ciudad.
La intención de los republicanos era convertir Madrid en la capital simbólica del libro, y para ello encargaron su puesta en marcha a Giménez Siles, profesor en la Escuela de Librería de la Cámara del Libro de Madrid, recoge una propuesta de sus alumnos a la que da forma presentándola al Gobierno y a las editoriales.
Siles que no había dudado en poner sus imprentas al servicio del comunismo en tiempos de Alfonso XIII, y fue uno de los primeros en editar el Capital de Karl Marx, incluso sorteando la censura de Primo de Rivera, intentó que todas las editoriales del país se sumasen al proyecto, pero no lo consiguió, pues consideraban que los riesgos económicos eran muchos. Y no les faltaba razón, pues el propio Gobierno de la República reconoció que esta primera Feria del Libro no fue económicamente rentable pero “si en términos de propaganda”. Tanto es así que al año siguiente se repite pero esta vez no en el mes de abril sino a mediados de mayo buscando, tal y como reconocía un periodista de la época, rivalizar directamente con las Fiestas de San Isidro.
Esta segunda edición, cuya inauguración fue retransmitida por la radio, llevaba el nombre de “nacional e hispanoamericana” buscando rivalizar directamente con la de Leipzig, y quién sabe si lo hubiera conseguido de no ser porque un mes después de la de cuarta edición estallaba la Guerra Civil.
Tras el fin de la contienda habrá que esperar hasta 1944 para el regreso de la Feria del Libro, eso sí, con un formato muy distinto. El apellido era Feria Nacional del Libro, y será el Instituto Nacional del Libro, un ente público, el encargado de organizarla. Lo que no cambia es su ubicación, que seguirá siendo el Paseo de Recoletos. Esta feria partía de una idea curiosa, pues su intención era alternar una edición en Madrid y otra en otra ciudad de España. Así durante la década de los cincuenta la feria pasa por Barcelona o Sevilla, entre otras ciudades, además de suspenderse su celebración en dos ocasiones.
En 1967 la Feria se muda al Retiro, en concreto, al Salón del Estanque, si bien el crecimiento del número de casetas hace que desde 1970 su ubicación sea el Paseo de Coches. En 1979, y precisamente por ese crecimiento, la Feria se mueve al Palacio de Cristal de la Casa de Campo, y el desastre de público es tal que regresa al Retiro tan solo un año después.
Desde entonces no ha dejado de crecer, y en 1982 se profesionaliza. Así la organización pasa a ser asumida por la Asociación de Librerías de Madrid, la Asociación de Editores de Madrid y la Asociación de Distribuidores FANDE; y los Reyes inauguran la feria, una feria que, a finales de los noventa contaba con más de cuatrocientas casetas repartidas en un espacio de más de dos kilómetros.
Con la llegada del siglo XXI la Feria reduce el número de casetas, optando por el modelo que se ha mantenido a lo largo de los últimos años, y que la ha convertido en uno de los eventos internacionales más importantes que acoge la capital de España.
Samuel Román