Test rápidos, PCR y serológicos: tres formas de acabar con el virus
A la espera de la vacuna, los test permiten controlar la expansión de la pandemia
La peste, el sarampión, la viruela o la gripe española provocaron pandemias que asolaron a la población en distintos momentos de la historia, y todas ellas tienen algo en común: la rudimentaria medicina hizo imposible un control efectivo de los contagios hasta que aparecían los síntomas, lo que dificultaba enormemente acabar con los virus que las provocaron hasta que se alcanzó la inmunidad de grupo o, simplemente, desaparecieron. Pero la provocada por el coronavirus sí ha llegado con una herramienta que, en principio, debería hacer que la humanidad estuviese mejor preparada para frenar los contagios y paralizar la infección: los test.
Lo primero que hay que conocer es que, para encontrar casos de coronavirus se están realizando tres pruebas distintas: los test rápidos, las PCR y los test serológicos, que detectan dos tipos de anticuerpos, los denominados IgM (inmunoglobulina M) y los IgG (inmunoglobulina G), producidos por el cuerpo para luchar contra el coronavirus. El IgM es el anticuerpo que se crea cuando se está luchando contra la infección; mientras que el IgG es el que se crea cuando ya ha pasado la infección y es el que puede crear inmunidad.
Los denominados “test rápidos”, o “lateral flow” utilizan una técnica denominada “inmunocromatografía lateral”, y consisten en unos kit ya preparados que funcionan exactamente igual que un test de embarazo: una gota de sangre se sitúa sobre el aparato y, en un tiempo de unos veinte minutos informa de si la persona tiene anticuerpos o está infectada. El problema de estos test es que, si bien son muy rápidos, su fiabilidad es, como mínimo escasa, siendo necesaria la realización de una PCR para confirmar resultados.
Son los que se recomiendan en empresas, residencias y servicios esenciales, porque son, como su nombre indica, rápidos y pueden hacerse muchos en muy poco tiempo. Además, al no tener que ser enviados al laboratorio, la prueba la puede hacer cualquiera sin tener preparación específica. El gran problema está en su bajo nivel de fiabilidad, con enormes diferencias según la empresa.
El segundo tipo de test son las denominadas PCR, que miden la reacción en cadena de la polimerasa, Este tipo de análisis, muy utilizado en enfermedades infecciosas, detecta fragmentos de ARN del virus. La prueba consiste en tomar una muestra respiratoria a través de un hisopo nasal que se someterá al calor para ver la reacción de la enzima polimerasa. Si en el análisis se observan fragmentos de ARN, la prueba es positiva, y significa que la persona está infectada en ese mismo momento.
La gran ventaja de esta prueba es que es muy común en los laboratorios, por lo que no se necesita una formación específica de los profesionales de microbiología; pero el problema está en que, una vez pasada la enfermedad, el test siempre da negativo, lo que hace imposible saber si se ha pasado de forma asintomática. La razón por la que se utiliza de forma masiva es porque, al buscar rastros del virus, permite detectar infecciones que se han producido poco tiempo antes, lo que permite rastrear cadenas de contagios.
El tercer tipo es el denominado test serológico o de inmunoensayo, una analítica de sangre que busca la presencia de los anticuerpos creados para combatir el virus. En concreto, lo que se hace es tomar una muestra de sangre que se analizará mediante inmunoquimioluminiscencia. Dentro de los test serológicos existen dos tipos que permiten analizar la muestra según los datos que se busca conocer: la prueba cualitativa, o inmunoensayo cromatográfico de flujo lateral, busca si hay o no anticuerpos en la sangre analizada. Los test cuantitativos, del que el más conocido es el ELISA, detectan que cantidad hay de cada anticuerpo, lo que permite saber cuando se produjo la infección.
Estos test serológicos requieren personal muy especializado en laboratorio pues la técnica para separar los anticuerpos requiere una formación específica. Sin embargo, su resultado es muy fiable tanto para detectar infecciones activas como ya pasadas. Eso sí, el test sólo detecta anticuerpos, por lo que si se realiza en etapas muy tempranas tras el contagio dará falsos negativos. En concreto, los especialistas consideran que deben pasar, al menos, siete días, para que el cuerpo comience a fabricar los anticuerpos.
Y lo cierto es que el uso de test, sobre todo los realizados de forma masiva a la población está funcionando. Hace pocos días Andorra daba por controlada la epidemia tras pasar una semana sin nuevos casos por lo que a primeros de junio abrirá sus fronteras. Su secreto: haber hecho test serológicos a toda su población, lo que les ha permitido focalizar las medidas de prevención en los grupos que aún no habían pasado el virus y en los asintomáticos.
Corea fue el primer país en realizar test masivos y los resultados tampoco se hicieron esperar: el país asiático relajaba sus medidas sanitarias hace ya dos meses tras recortar considerablemente el número de contagios. Eso sí, haber salido tan pronto de la curva y con poca inmunidad de grupo tiene un efecto secundario que están comenzando a sufrir: con el retorno de los niños a los colegios el número de contagios comunitarios ha comenzado a crecer, por lo que el país se prepara para una segunda ola de la pandemia.
La propia OMS pide a los Gobiernos, desde hace ya dos meses, que realicen test masivos a su población si quieren controlar la epidemia y evitar rebrotes. Eso sí, no cualquier test, ya que la poca fiabilidad de los test rápidos los hacen desaconsejables a no ser que sus resultados se contrasten con otra prueba.
Samuel Román
eltelescopiodigital.com