El mundo lucha por conseguir la vacuna contra el coronavirus
Cuatro vacunas se disputan convertir a sus creadores en líderes de la era postcoronavirus
Al igual que ocurrió en los años 60 del siglo XX con la “carrera espacial”, la búsqueda de una vacuna contra el coronavirus ha provocado una nueva carrera por la hegemonía en el mundo que nacerá cuando pase la epidemia, y en la lucha por convertirse en la nueva potencia cuatro proyectos están ya en la fase final previa a la comercialización: EEUU, China, Reino Unido y Australia.
Y es que, aquellos que consigan una vacuna estable y que llegue a la mayor cantidad de personas se convertirán en los líderes del “nuevo mundo”, por lo que no es de extrañar que casi todos los países hayan decidido lanzarse a una carrera para conseguir la vacuna.
Así, según los datos de la OMS, actualmente hay 149 vacunas en situación de ensayo preclínico, entre las que se encuentran cinco españolas. Además, otras 24 están en Fase 1 de desarrollo, once en la Fase 2 y sólo cinco en la Fase 3, previa a la comercialización. De momento sólo una ha conseguido ser validada y ya se está utilizando, aunque sólo en personal militar chino.
Y es que poner en marcha una vacuna es un proceso, cuanto menos, complejo y con una duración de unos diez años que el mundo no puede permitirse en las circunstancias actuales. Por eso desde el sector público se ha inyectado una cantidad de dinero nunca antes vista en la ciencia para reducir tiempos y conseguir que la vacuna esté en la calle cuanto antes.
Una vez que se diseña el proyecto, es decir se elige cómo se va a luchar contra el virus, comienzan los denominados ensayos preclínicos, o pruebas de laboratorio con animales, especialmente ratones y monos. Tras conseguir una vacuna que demuestre una cierta eficacia comienzan los ensayos clínicos, en que los “conejillos de indias” son seres humanos que participan voluntariamente en los experimentos. Estos ensayos se dividen en tres fases y una cuarta de control. En la primera fase se busca que la vacuna sea segura, es decir, que los efectos secundarios detectados sean asumibles, y su daño, menor al que provoca la enfermedad contra la que se lucha. En esta primera fase suelen participar grupos de entre treinta y cincuenta personas.
La Fase 2 busca comprobar la efectividad del tratamiento, para lo que se escogen grupos de entre setecientas y mil personas que se estratifican por grupos de edad, sexo, etc. En la Fase 3, con miles de participantes, generalmente repartidos por todo el globo, se determina el grado de efectividad (si la vacuna realmente protege), para lo que se utilizan grupos de control a los que se administran vacunas placebo. La Fase 4, o de control, dura unos dos años, y es posterior a la comercialización. Esta fase se centra en el seguimiento de pacientes a los que se ha administrado la vacuna para comprobar por cuanto tiempo están protegidos.
De momento, sólo una vacuna ha alcanzado la Fase 4, lo que significa que podría comercializarse mañana mismo, o al menos eso es lo que afirma el gobierno chino. Desarrollada por el Instituto Científico Militar y la empresa CanSino Biologics, la vacuna se está administrando a los militares del país asiático desde el pasado 25 de junio, y se basa en una modificación del adenovirus causante del resfriado. El problema está en que el hermetismo del gobierno chino hace imposible una validación exterior de la eficacia de la vacuna, por lo que se desconoce si es o no es eficaz contra el virus.
En Fase 3 se encuentran cuatro vacunas que luchan por ser las primeras en comercializarse de forma oficial. De entre ellas la más avanzada es la que están desarrollando la Universidad de Oxford y la empresa AstraZeneca y que, esperan, pueda salir al mercado este mes de octubre. Basada también en el virus del resfriado, tiene grupos de control repartidos por Reino Unido, Brasil y Sudáfrica. En EEUU se realizará un ambicioso ensayo con más de treinta mil personas, y esperan poner en el mercado más de dos mil millones de dosis anuales (al utilizar el virus del resfriado, la protección sería anual, exactamente igual que en una gripe común).
Los chinos, además de la de uso militar, tienen también muy avanzada otra vacuna basada en una versión debilitada del propio coronavirus. Desarrollada por Sinopharm, empresa pública del país, tiene dos laboratorios, en Wuhan y Pekín, trabajando intensamente en sacarla al mercado cuanto antes. Ante la falta de casos en el país asiático, han tenido que poner en marcha sus ensayos en Emiratos Árabes, donde tienen un grupo de más de dos mil personas en tratamiento. Los creadores afirman que es, con diferencia, la vacuna más segura, al tener menos efectos secundarios que sus competidoras. Sin embargo, al tratarse de un proyecto público no respaldado por ninguna de las grandes farmacéuticas, su capacidad de producción es limitada, con sólo doscientos millones de dosis al año.
También en China, aunque esta vez en el ámbito privado, se está desarrollando la primera vacuna con nombre comercial: la CoronaVac. Los creadores son el laboratorio Sinovac Biotech, que ha decidido llevarse los experimentos a Brasil, donde han repartido doce grupos de control formados por hasta nueve mil voluntarios. También basada en una versión atenuada del coronavirus, afirman que su eficacia está cerca del 90%, y creen que podrán fabricar hasta cien millones de dosis cada año.
Australia entraba en la carrera por la vacuna con una propuesta original y arriesgada: recuperar la vacuna contra la tuberculosis para combatir la nueva pandemia. Y parece que la cosa ha funcionado. Desarrollada por el Murdoch Children’s Research Institute de Melbourne, ya se ha probado en sanitarios de todo el país, si bien la intención es alcanzar más de diez mil en Europa y América del Sur. Según los creadores, la vacuna “entrena” al sistema inmune para reaccionar ante el ataque de virus y bacterias, por lo que podría mitigar los efectos de una segunda ola. La vacuna se usó en humanos allá por 1921, y fue una de las claves para frenar la tuberculosis en el mundo de entreguerras. Hoy se administra a los bebés y se utiliza para evitar rebrotes de la enfermedad.
La última vacuna en entrar en Fase 3 es, sin duda, la más mediática. Se trata de la que está desarrollando en Estados Unidos el laboratorio Moderna, y cuyo envasado se producirá en la planta que tiene en Madrid Laboratorios Rovi. La vacuna de Moderna se basa en inyectar el ARN del propio coronavirus para provocar la creación de anticuerpos. A pesar de ser la más mediática es también la más arriesgada, pues no se sabe cómo reaccionará el cuerpo humano ante la entrada de material genético extraño, por lo que su inoculación tendrá que ir acompañada de algún tipo de tecnología que garantice que no se producen reacciones adversas (los primeros en probarla han sufrido episodios de fiebre muy alta y atención médica). 30.000 voluntarios en Estados Unidos se pondrán una vacuna que espera estar en la calle el próximo año, y que, a diferencia de sus principales competidoras, no tendrá un precio fijado que garantice su acceso a todo el mundo.
Y es que, además de que el país que la produzca se convertirá en el líder del nuevo orden, la empresa que fabrique la vacuna se va a convertir también en una de las principales del mundo postcoronavirus, por lo que a la búsqueda de la vacuna también se le llama la “carrera del oro”.
Pero en esta carrera algunos parten con ventaja, como es el caso de Estados Unidos, donde Trump anunció en marzo su “guerra de las galaxias” del siglo XXI: la Operación Velocidad de la Luz. Así el país americano ha invertido miles de millones de dólares en el desarrollo de las principales vacunas buscando asegurarse ser los primeros en tenerlas disponibles para sus ciudadanos. En concreto, Trump busca que los trescientos millones de norteamericanos se vacunen antes de enero, comenzando los primeros este mes de octubre, en plena campaña electoral.
Para ello, el gobierno americano ha llegado a acuerdos con catorce desarrolladores de vacunas, alguno de los cuales se mantiene en secreto. Entre los que sí se conocen se encuentran Johnson & Johnson (su vacuna está aún en Fase 1, pero están acelerando los tiempos para sacarla al mercado cuanto antes, y ya se han comprometido a tener más de mil millones de dosis en 2021), Moderna y AstraZeneca.
En las últimas semanas, y ante el desarrollo de las vacunas chinas, Trump aumentaba la financiación con subvenciones a dos nuevos proyectos que aún estaban en Fase 1. Así EEUU inyectaba en la desconocida Novavax 1.600 millones de dólares para que entreguen una vacuna antes de fin de año que alcance los cien millones de dosis en enero de 2021. Esta vacuna es considerablemente distinta a las anteriores, pues se basa en nanotecnología. Según explican desde la compañía, se cultiva la nanopartícula (NanoFlu) en insectos antes de inyectarla en el cuerpo humano junto a un coadyuvante (Matrix-M) para provocar la creación de anticuerpos.
Pocos días después el gobierno americano anunciaba el pago de 1.950 millones de dólares a Pfizer por cien millones de dosis de la vacuna que están desarrollando en Alemania. Basada también en ARN del propio virus, la vacuna en la que participan la empresa BioNTech y el fabricante chino Fosun Pharma, se encuentra en la Fase 2.
Desde Alemania llega también la vacuna más controvertida de las que se están desarrollando, no tanto por su diseño como por sus financiadores: la CureVac cuenta con el apoyo de Tesla y la Fundación de Bill Gates, y también se basa en la inyección de ARN. Trump intentó comprar la investigación, trasladando la sede a Estados Unidos, pero el gobierno alemán se adelantó adquiriendo un 23% de la empresa.
Y si Estados Unidos tiene derecho de compra preferente, ¿qué ocurre con los demás países? Europa ha intentado crear su propia Operación Velocidad de la Luz, creando la Alianza Inclusiva por la Vacuna que está negociando con algunas de las compañías desarrolladoras, y que está integrada por Alemania, Francia, Países Bajos e Italia. La intención es conseguir cuatrocientos millones de dosis cuanto antes para los países compradores. España quedaba excluida del acuerdo al no garantizar la capacidad para producir vacunas de forma masiva.
Y es que el papel de España en esta nueva “guerra fría” es totalmente secundario. El proyecto más avanzado de vacuna ha terminado los ensayos preclínicos, y se enfrentará, en los próximos meses, a su reacción en humanos. Al igual que la propuesta australiana, España tira de un viejo conocido para encontrar su vacuna: la viruela. Este ensayo está en fase muy preliminar, y tardará al menos un año en ponerse en marcha.
Así las cosas, el Gobierno lo tiene muy claro: la primera vacuna no llegará al país al menos hasta dentro de un año, y sólo se administrará a los grupos de riesgo, ante la ausencia de dosis para todo el mundo. El motivo es que España intentará, a través de la Unión Europea, gestionar un reparto “equitativo” de las dosis de vacunas, en lugar de concentrarlas en los países que han formado la Alianza estratégica.
Pero los deseos de Sánchez pueden verse truncados por la realidad del mercado. De tal forma, los epidemiólogos españoles lo tienen claro: no habrá vacunas para todos, ni siquiera para todos los grupos de riesgo, lo que significa que algunos grupos de población no podrán estar vacunados hasta dentro de varias décadas, y es muy probable que nunca lleguen a vacunarse.
Samuel Román
eltelescopiodigital.com