La última misión de Mortadelo

 

Francisco Ibáñez fallece convertido en una figura imprescindible de la cultura popular española

 

Mortadelo, Rompetechos, Sacarino y Pepe Gotera y Otilio se quedaban huérfanos hace unos días, pues su autor Francisco Ibáñez fallecía a los 87 años en la Barcelona donde pasó sus setenta años de carrera.

Tras su muerte, las redes sociales se llenaban de recuerdos, pues no en vano su figura es una de las más importantes de la cultura popular española de los últimos cincuenta años, y eso que los grandes premios siempre se le resistieron (Hasta en dos ocasiones le denegaron el Princesa de Asturias, a pesar de haberlo pedido eurodiputados de quince países).

Y es que la figura de Ibáñez va mucho más allá del tebeo. Mortadelo y Filemón fueron traducidos por media Europa, dando una visión de España que quedó en el acervo popular. No en vano los expertos le sitúan al mismo nivel que Hergé, Goscinny o Franquin, el autor de “El pequeño Espirou”. Precisamente el belga será una de sus principales fuentes de inspiración para crear historietas que han forjado a toda una generación.

Francisco Ibáñez nació el 15 de marzo de 1936 en Barcelona, cuatro meses antes de que comenzase la Guerra Civil. Su padre, contable, le introduce en el mundo de los bancos donde empieza a trabajar como botones y acabará siendo asesor financiero en el Banco Español de Crédito.

Pero su pasión es otra. Aficionado al cine cómico estadounidense y a los tebeos, con tan solo once años publica su primer dibujo en la revista “Chicos”. Desde ese momento comienza a compaginar su trabajo de banquero con su pasión por el cómic, y colabora en pequeñas revistas catalanas.

Pero en 1955 todo cambia. Su serie “Haciendo el indio” se convierte en un éxito de ventas, hasta el punto que el periódico “La Prensa” de Barcelona lo incluye en su suplemento semanal. De esta forma su carrera comienza a despegar, y en el verano de 1957 abandona el banco para centrarse en la historieta.

Ibáñez es fichado por “Paseo infantil”, una pequeña revista de la Editorial Marco que desaparece a los pocos números. En agosto entra a formar parte de la editorial Bruguera que se había quedado sin dibujantes tras la marcha de muchos de ellos a la revista “Tio Vivo”. Tras hacer páginas temáticas, el 20 de enero de 1958 entra en la historia del cómic español, pues la revista “Pulgarcito” publica la primera entrega de Mortadelo y Filemón.

 


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Poco a poco, la popularidad de Ibáñez va creciendo, y nacen de su pluma “La Familia Trapisonda”, “13 Rue del Percebe”, “El Botones Sacarino”, “Rompetechos” o “Pepe Gotera y Otilio”. Pero será en 1969 cuando su carrera vuelva a dar un giro. Al estilo de los cómics de Tintín, Astérix o “El Pequeño Spirou”, se atreve a publicar “El sulfato atómico” la primera historieta de Mortadelo y Filemón de larga extensión.

La publicación supone un auténtico boom, tanto es así que Bruguera comienza a sacar cabeceras con Mortadelo como protagonista. Esta primera aventura publicada en 1969 esquiva la censura al hablar de una dictadura con los pies de barro situada en un lugar indeterminado.

Pero no todo serán rosas. El enorme éxito de Mortadelo hace que la editorial le obligue a trabajar a destajo, dibujando hasta cuarenta páginas semanales, obligándole a abandonar todos los demás personajes, y recurriendo a colaboradores.

En 1985 el autor abandona Bruguera y se encuentra con una desagradable sorpresa: la editorial tenía todos los derechos sobre sus personajes, por lo que Mortadelo continuó publicándose bajo la autoría del “Bruguera Equip”.

Ante esta situación, Ibáñez empieza de nuevo, y lo hace en la editorial Grijalbo para la que crea “Chicha, Tato y Clodoveo” y “7 Rebollin Street”, entre otras series.

En 1987 el Grupo Zeta compra una Bruguera en concurso de acreedores, y la refunda como Ediciones B, recuperando a buena parte de los autores de la editorial del Gato Negro. Así Ibáñez vuelve a casa con una portada que entra en la historia para el número 49 de la revista Mortadelo, en la que el personaje aparece disfrazado de Tejero para denunciar el “golpe de estado” de los Mortadelos apócrifos.

El autor, que ahora sí consigue la propiedad intelectual de sus personajes, exige por contrato que desaparezcan las historias apócrifas. Y así es. Desde entonces no se han vuelto a editar los álbumes dibujados por el “Bruguera Equip”, que hoy son auténticos incunables, salvo un par de excepciones.

Con la situación artística más o menos resuelta, Ibáñez comienza a centrarse únicamente en Mortadelo, llegando a crear unos seis álbumes por año en los que desmenuza la actualidad política, social y cultural del país, tirando de ironía. Así, por ejemplo, los agentes secretos tendrán que vérselas con el fugado Luis Rulfián; y mucho más recientemente se encargarán de encontrar los papeles del tesorero del Partido Papilar.

Muy conocidas serán sus series deportivas, como la dedicada a los mundiales de Fútbol, a las Olimpiadas, o más recientemente al Baloncesto. Los agentes de la TIA también tratarán asuntos sociales, como el dopaje, la jubilación, el coche eléctrico, el botellón, los recortes, la situación de la sanidad, la corrupción, el boom inmobiliario o el cambio climático; y hasta se atreverán a infiltrarse en la academia de Operación Triunfo.

La popularidad de Mortadelo y Filemón es tal que en 1994 Ibáñez participa en la serie de animación dedicada a los personajes, segunda adaptación audiovisual de los agentes, tras una serie de cortos realizados en los años 60. Dos películas, multitud de videojuegos y hasta anuncios de televisión convierten a Mortadelo en un icono popular.

Tal vez por eso los municipios de la Zona Este tienen un recuerdo para su creador. Así, por ejemplo, Torrejón dedica a alguno de sus personajes el macromural de las “Mágicas navidades”, dibujado por Manuel Ojeda. Alcalá, por su parte, le dedicaba una exposición muy especial en la que incluían el dibujo realizado por Malagón en homenaje al autor. Y es normal que Alcalá le tenga cariño, pues no en vano uno de los más de doscientos álbumes de las aventuras de Mortadelo es una parodia de “Don Quijote de la Mancha”.

Sin embargo el homenaje más curioso es el de Rivas, que tiene desde hace veinte años en su callejero calles dedicadas a “Rue del Percebe”, “Rompetechos”, “Pepe Gotera y Otilio” o “Mortadelo y Filemón”. Y es que la localidad ripense, creaba allá por 2003, el llamado “Barrio del cómic” en el que junto a los personajes de Ibáñez hay vías dedicadas a Zipi y Zape, el Capitán Trueno, o buena parte de los personajes de Astérix. En total son quince calles con los nombres más conocidos de la historia del tebeo.

 

Samuel Román

eltelescopiodigital.com