Dos de Mayo, el día en que comenzó a nacer España
La revuelta que acabará provocando la proclamación de la primera Constitución liberal nació en Madrid
El 12 de octubre y el 6 de diciembre son fiestas nacionales, al considerar España que son dos fechas que marcan puntos de inflexión en su historia. Sin embargo, el día clave para entender el nacimiento del Estado español es sólo fiesta en la Comunidad donde ocurrió, y es que no se puede entender la proclamación de la Pepa sin el 2 de mayo de Madrid.
Así, fue en las calles de la capital donde comienza la protesta contra el ejército napoleónico que en los años siguientes se extiende por todo el Reino, y creará un sentimiento nacional que dará lugar al nacimiento de España.
Pero para entender qué es lo que ocurre el 2 de mayo hay que viajar seis meses antes. El 27 de octubre de 1807, pocas horas después de fracasar el complot de El Escorial, se firma el tratado de Fontainebleau entre los representantes de Godoy, valido de Carlos IV; y Napoleón Bonaparte. El Tratado establece la invasión militar conjunta de las tropas españolas y francesas de Portugal, que en ese momento era aliada de Gran Bretaña. Para ello las tropas francesas tendrían permitido el paso por territorio español, a cambio de que, una vez conquistado Portugal, la zona sur fuese entregada al propio Godoy como Principado. El norte se lo quedaría el sobrino de Fernando VII, y el centro se lo reservaría Francia para intercambiarlo por Gibraltar.
Sin embargo, una vez que las tropas francesas habían alcanzado Lisboa, obligando a la corte a refugiarse en Brasil, Francia decidió incumplir el Tratado, aumentando su presencia en España, algo que, por cierto, siempre estuvo en los planes de Napoleón, como reconocía en su exilio en Santa Elena. Napoleón pretendía sumar a España “de grado o por la fuerza” a su imperio, para evitar que cayese en manos de sus enemigos.
A pesar de la flagrante invasión que estaba sufriendo el país, Godoy no hizo nada, esperando que tarde o temprano los franceses cumpliesen su palabra de concederle una parte de Portugal. Viendo como el trono de España estaba en peligro ante la inacción del valido, y del propio rey Carlos IV, el partido fernandino defensor del príncipe Fernando, provoca el llamado “Motín de Aranjuez” el 17 de marzo de 1808.
Así, durante esa jornada se esparce el rumor por las calles de Aranjuez de que es inminente la salida de la Familia Real con destino incierto hacia el sur, porque así lo ha pactado Godoy con los franceses. Rápidamente la noticia, porque algo de cierto tenía, ya que Godoy intentó trasladar la Corte hacia el sur, se esparce por las calles del pueblo, provocando una ola de indignación contra el valido que se queda solo en su pretensión cuando Carlos IV decide quedarse en la ciudad y le retira el título de valido.
Sin embargo, el Motín no para, hasta el punto de que los amotinados toman al asalto el Palacio de Godoy, buscándolo sin encontrarlo, pues se había escondido en una buhardilla. Sin embargo, su desaparición es interpretada por el pueblo como que Carlos IV le está escondiendo en su Palacio, por lo que pasan a pedir la cabeza del todavía monarca.
Para aplacar los ánimos, y ante la imposibilidad de mantener el trono, el Rey abdica en su hijo Fernando que se convierte en Fernando VII en la tarde del 19 de marzo. Pero Carlos IV no aceptó la abdicación, pidiendo a Napoleón amparo y protección, y trasladándose a Bayona. Tras cargar Carlos IV, el 3 de mayo en un periódico francés, contra su propio hijo, Napoleón obliga a Fernando VII a acudir también a la corte de Bayona, donde, en la jornada del 6 de mayo, le obligará a abdicar en su padre, que 24 horas antes le había cedido el Trono al propio Napoleón. Como consecuencia, en el mes de junio se convierte en rey de España José Bonaparte, el hermano mayor de Napoleón.
Pero mientras todo esto ocurría en Francia, la invasión continuaba. Tras haber tomado sin excesivas dificultades las plazas de Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona y Figueras, las tropas francesas llegaban a Madrid, donde aprovechando la ausencia de cualquier Gobierno pues tanto Carlos IV como Fernando VII estaban en Bayona, se instauró un gobierno militar presidido por Murat que invadió la capital el 23 de marzo.
El 27 de abril Murat pidió la autorización a la Junta de Gobierno, el último resquicio del Gobierno Real, autorización para enviar a Bayona a los dos únicos miembros que quedaban de la Familia Real, la Reina de Etruria María Luisa, y el infante Francisco de Paula.
La Junta se negó, pues suponía la entrega de facto de España a Francia, pero, tras la petición expresa de Fernando VII, autorizó el traslado en la mañana del 2 de Mayo. Cuando la noticia ya estaba en las calles de Madrid, el pueblo se atrincheró frente al Palacio Real para impedir la salida del Infante. Al grito de “Que nos lo llevan” asaltaron el Palacio provocando ataques contra la patrulla francesa que lo defendía.
Este primer enfrentamiento provocó una ola de indignación entre los vecinos de Madrid, que ya no sólo luchaban por el Infante, sino también contra los franceses. Durante la jornada decidieron aprovisionarse de armas, para lo que acudieron al Parque de Artillería de Monteleón, donde los Capitanes Velarde y Goicoechea, el Teniente de Infantería Ruiz y el Capitán de Artillería Daoiz se sumaron al pueblo abriendo las puertas del cuartel.
Pero poco podía hacer un pueblo en armas contra el ejército más poderoso de la tierra, y la represión de Murat fue brutal. Tras lanzar a los mamelucos contra los madrileños, provocando la muerte de mujeres y niños, el francés decretó la pena de muerte para todos aquellos que hubieran participado en la revuelta.
Así, esa misma tarde el Salón del Prado acogió el fusilamiento de 32 personas y el día 3 de mayo 24 personas fueron fusiladas en la montaña de Príncipe Pío y doce más en el Retiro. Los historiadores actuales consideran que el número total de muertos debió ser de unas quinientas personas, de los cuales solo cincuenta eran militares.
A pesar de que lo ocurrido en Madrid parecía haber terminado como una gran derrota, encendió la chispa revolucionaria. Esa misma tarde del 2 de Mayo los alcaldes de Móstoles Andrés Torrejón y Simón Hernández publicaban un Bando en el que llamaban a los españoles a empuñar las armas contra el francés. Automáticamente se produjeron levantamientos en Talavera de la Reina y Trujillo, tras lo que la Junta de Gobierno, que había sido sumisa a los franceses, cayó en el descrédito absoluto, creándose organismos alternativos como las Juntas provinciales y locales, que reconocieron la única autoridad de Fernando VII, y que se reunieron durante ese mismo verano en la Junta Suprema Central de Aranjuez.
Esta Junta Suprema se disolverá en 1810, trasladándose hasta Cádiz donde el 24 de febrero de 1811 se crearán las Cortes de Cádiz, encargadas de redactar y aprobar la Constitución Española de 1812, una Constitución que, en recuerdo de todo lo ocurrido, fue proclamada el 19 de marzo, justo en el aniversario del Motín de Aranjuez.
Como elemento central de la Historia de España que es el 2 de mayo, ha dejado protagonistas que son auténticos héroes entre el mito y la realidad cuya historia ha pasado a la cultura popular. Así, y junto a Daoiz y Velarde, quizá los nombres más conocidos de la sublevación del 2 de Mayo sean los de Manuela Malasaña y Clara del Rey.
Manuela, bordadora e hija de un panadero francés, es quizás la víctima más conocida del 2 de Mayo español, aunque su muerte está imbuida de leyenda. Así una versión afirma que Manuela se sumó a la defensa del cuartel de Monteleón, entregando pólvora y municiones a su padre, cuando fue alcanzada por un disparo de los franceses. La otra versión habla de que la chica participó en la escaramuza, pero no en un papel tan importante, y al regresar a casa se cruzó con una patrulla de soldados que intentó abusar de ella ante lo cual, y para defenderse, Manuela les habría apuñalado con las tijeras que llevaba, lo que provocó su detención y su fusilamiento.
La historia de Clara del Rey sí es mucho más datable históricamente. La mujer animaba y ayudaba a los defensores, junto a su marido y sus hijos, con tan mala suerte que la metralla de una bala de cañón la alcanzó en la frente provocándole la muerte.
Samuel Román