Cepas, mutaciones y variantes: la nueva amenaza

La británica ya se ha convertido en dominante, mientras que la brasileña y la sudafricana amenazan la eficacia de las vacunas; y la India preocupa al mundo entero

Cuando comenzó la epidemia global del coronavirus, los organismos sanitarios advirtieron de que el verdadero problema no era el virus en sí (tiene una letalidad inferior a la de la gripe común), sino la posibilidad de que se replicase para convertirse en un “supervirus” que diezmase de forma clara la población.

Y, aunque no estamos en ese escenario, lo cierto es que el SARS-CoV-2 original sí ha cambiado a lo largo de este año buscando, como es natural, ser más fuerte y resistente. Y es que
los virus se comportan como cualquier otro organismo de la naturaleza, buscando adaptarse a un entorno cambiante para sobrevivir, algo que el coronavirus ha hecho modificando la llamada “proteína S”, un filamento en la parte exterior que le permite anclarse a las células para infectarlas.

Estos cambios no dejan de ser anecdóticos, y muy habituales, hasta que una de estas cepas “mutantes” se convierte en cepa dominante. Y eso mismo es lo que está ocurriendo con el coronavirus desde hace unos meses. Tres cepas, de momento, están amenazando el status dominante de la cepa original de Wuhan, y todas ellas tienen elementos que las hacen ser mucho más peligrosas.

Pero volvamos al principio. Ya en el mes de marzo de 2020, China advertía de que había dos cepas circulando libremente por el país: una, la cepa L, era una evolución de la original cepa S, si bien su grado de propagación, y, sobre todo, su capacidad de infección, era muy superior. La cepa S, causante del 30% de los casos detectados en los dos primeros meses de crisis, enseguida fue reemplazada por la L, que es la que se extendió a Europa.

En Italia, en Francia y en España, esta cepa L vivió hasta tres mutaciones distintas, que la hicieron aún más poderosa convirtiéndola en protagonista de la primera ola con el nombre de AC, que a su vez presentaba dos variantes distintas con transmisión importante: la 02, que nace en abril en España; y la 1120, detectada en Alemania. Sin embargo, será otra mutación, la llamada B.1, la que empiece a complicar las cosas. El linaje B tiene como característica principal, además de un aumento muy importante de la transmisibilidad, el provocar perdida de olfato en los pacientes. Enseguida esta nueva variante se hará predominante, arrinconando, desde el verano a las variantes A (de hecho, hoy sólo queda una variante A de cierta importancia, la A.23.1, detectada hace unas semanas en Reino Unido, y que no se ha diseminado).

Y en el linaje B, una enseguida se hará con el control absoluto de la situación. La llamada B.1, o 20.A, en otra nomenclatura, será la causante de la segunda ola en toda Europa. Nacida, según los estudios en el noreste de España, un evento “supercontagiador” se encargará, a principios de verano, de diseminarla por todo el continente, primero, y después por el mundo. La B.1, caracterizada por una mayor capacidad de contagio (por poner un ejemplo, en la segunda ola el pico máximo de contagios diarios es más del doble que en la primera en España) tampoco se quedará quieta, evolucionando en una nueva variante, la B.1.1.7, o cepa británica, todavía más infectiva y con mayores cotas de mortalidad, que la sustituirá como cepa predominante durante la tercera ola.

Hasta aquí la situación está más o menos controlada. Estas cepas, a pesar de ser muy contagiosas, se pueden frenar gracias a las vacunas, a la inmunidad natural (se supone que un 50% de los seres humanos son inmunes al coronavirus), o a la inmunidad “aprendida” (los que ya han pasado la enfermedad, tanto de forma sintomática como asintomática, desarrollan anticuerpos que les permiten hacer frente a una nueva infección). Sin embargo, los datos de las últimas semanas han hecho aumentar la preocupación de todo el mundo.

Una nueva mutación, la denominada E484K, ha aprendido a evitar el sistema inmunológico del huésped, por lo que, si estas nuevas cepas se diseminan, volverá a colocar al mundo en un problema muy serio. Esta mutación está presente en la cepa sudafricana, B.1.351; y en la brasileña, B.1.128, que, a su vez, se ha dividido en dos variantes, la de Manaos, o P1; y la de Río, P2.
También aparece en la nigeriana, B.1.525; y en la neoyorkina, B.1.526. Y, por si fuera poco, la cepa californiana, B.1.429; y la portuguesa, C.16, presentan otra mutación del virus, la L452R, totalmente inmune a las vacunas, y que los científicos estadounidenses calificaron como “el diablo”.

Hace unos días el peor de los escenarios se confirmaba, pues la India informaba de una “doble mutación” del virus, que incorpora las características de las tres cepas más importantes. Es decir, las de la cepa británica, las de la brasileña, y las de la californiana. Este nuevo “supervirus”, el B.1.617, ya ha convertido al país asiático en el que peores datos de contagio y mortalidad presenta de todo el mundo, si bien, por el momento, los casos fuera de India son muy escasos.

A pesar del panorama, los científicos explican que el crecimiento de variantes no será exponencial, ya que la capacidad de cambio de un virus es limitada. Por eso tan sólo tres mutaciones, y todas en la misma espícula, se han producido a lo largo del casi año y medio que lleva diseminándose por el mundo. •

Samuel Román
eltelescopiodigital.com