Barras y estrellas
Estados Unidos celebra este mes de noviembre unas Elecciones Presidenciales cruciales para la Historia
El primer martes después del primer lunes del mes de noviembre de los años bisiestos y divisibles por cien todas las miradas están puestas en Estados Unidos, y es que es la fecha en que se celebran las Elecciones Presidenciales que eligen al Jefe del Estado para los cuatro años siguientes, una fecha clave no sólo en la política norteamericana, sino también en la del resto del mundo, pues será el momento que marque el rumbo de la política internacional durante los siguientes años.
Y como siempre, estas elecciones son vividas por el planeta entero como propias, aunque no se pueda votar en ellas, pues los encargados de elegir al Presidente de Estados Unidos son tan solo 538 personas.
Y es que la democracia norteamericana es uno de los pocos sistemas políticos del mundo que no eligen directamente a sus representantes, pues lo hacen a través de un cuerpo de compromisarios que se erige en Colegio Electoral, y que es una clara reminiscencia de los tiempos de las Trece Colonias.
Para entender las Elecciones en Estados Unidos hay que viajar al origen de todo, con una Revolución de las colonias frente al Imperio Británico que acabó en Guerra y con la firma del Tratado de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica.
Cuenta la historia que los colonos, que ya llevaban viviendo en Norteamérica muchos años, cada vez se sentían menos identificados con la City londinense, no entendiendo por qué tenían que pagar impuestos cuando no ostentaban representación en las instituciones británicas.
El punto de no retorno se produciría en 1763 cuando el Gobierno Británico impuso la Ley del Sello, que establecía un impuesto sobre los documentos y otros artículos impresos en las colonias. Los colonos se opusieron a este impuesto, argumentando que no tenían representación en el Parlamento británico y, por lo tanto, no podían ser obligados a pagar impuestos. La ley fue derogada en 1766, pero el gobierno británico siguió imponiendo otros impuestos, como la Ley de la Puerta y la Ley de las Tasas de Aduana.
La situación seguía caldeándose, y por eso en 1770, un grupo de colonos se reunió en Boston para protestar contra la presencia de soldados británicos en la ciudad. La situación se descontroló y se produjo un tiroteo, conocido como la Masacre de Boston, en el que murieron cinco colonos. Este incidente aumentó la tensión entre las colonias y Gran Bretaña.
La siguiente decisión de los británicos sería la que ha pasado a la historia. En 1773, una nueva ley permitió a la Compañía Británica de las Indias Orientales vender té directamente a los colonos, evitando a los intermediarios. Los colonos se opusieron a esta ley, ya que no querían comprar té británico y, además, temían que la ley fuera un intento de imponer un monopolio británico en el comercio del té. Un grupo de colonos disfrazados de indios se apoderó de tres barcos británicos en el puerto de Boston y arrojó el té al agua en un evento que ha pasado a la historia como el “Motín del Té” de Boston para los británicos y la “Fiesta del Té” para los estadounidenses.
Y tan solo un año después del “Tea Party” las Trece Colonias decidieron reunirse en una Convención para discutir sus problemas comunes. La Primera Convención Continental se reunió en Filadelfia en septiembre de 1774 y estuvo compuesta por delegados de doce de las trece colonias (Georgia no envió delegados). La convención emitió una lista de agravios y pidió al rey Jorge III que abordara sus preocupaciones.
Pero lejos de solucionar las cosas, en abril de 1775, las tropas británicas y las milicias coloniales se enfrentaron en Lexington y Concord, lo que marcó el comienzo de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.
Mientras la guerra se desarrollaba. en junio de 1776, la Segunda Convención Continental se reunió en Filadelfia. Un comité compuesto por Thomas Jefferson, John Adams, Benjamin Franklin, Robert Livingston y Roger Sherman redactó una declaración de independencia. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos fue aprobada el 4 de julio de 1776 y estableció que las trece colonias eran estados soberanos e independientes de Gran Bretaña.
La entrada de Francia dos años después en la guerra fue un elemento decisivo para decantar la contienda del lado de los colonos, lo que provocaba que en 1781 los británicos se rindiesen en Yorktown y firmasen el Tratado de París dos años después.
Tras conseguir la independencia efectiva,, la incipiente democracia norteamericana se rigió por los llamados Artículos de la Confederación y la Unión Perpetua, aprobados en 1777 y que serán el antecedente de la Constitución de 1787.
La nueva nación hecha a andar, y una de las primeras cosas que hace es elegir a su primer Presidente. Las primeras Elecciones Presidenciales en Estados Unidos se celebran el 15 de diciembre de 1788, y convierten en Jefe del Estado al líder militar George Washington, que no tuvo rival en las urnas al no existir todavía los partidos políticos.
Así comienza una larga historia con 60 procesos electorales a sus espaldas, que convertirá a Donald Trump o a Kamala Harris en el presidente número 47 de la historia del país.
Pero el sistema electoral norteamericano tiene más peculiaridades. Así el “Election Day” de noviembre es solo el último paso de un largo calendario que comienza en el mes de febrero del año electoral. En pleno invierno los partidos celebran primarias, de las que saldrá el candidato con mayores opciones de triunfo. Eso sí, con varias salvedades, pues no todos los estados celebran primarias al existir en algunos, que además son los primeros en votar, la celebración de los “caucus” asambleas abiertas con los ciudadanos en las que votan personalmente a sus candidatos. Y aunque no forma parte de la Ley, es una norma no escrita que el Presidente electo puede presentarse a la reelección sin necesidad de pasar por un proceso de primarias, exactamente igual que hizo Joe Biden antes de abandonar la carrera presidencial.
Tras la celebración de las Primarias, y con los candidatos más o menos claros, los partidos celebran sus Convenciones Nacionales, una suerte de Congresos en los que los representantes de cada uno de los Estados que han celebrado Primarias anuncian el candidato que las ganó, convirtiéndose en candidato a la Presidencia el que más votos consigue. Además, la Convención, convertida en un gran espectáculo televisivo, sirve para escoger el “ticket electoral”, es decir el nombre del Vicepresidente que acompañará al candidato si llega a la Presidencia.
Tras una larga campaña electoral, el primer martes después del primer lunes de noviembre (no el primer martes de noviembre, para evitar que las Elecciones puedan coincidir con el día de Todos los Santos), se celebran los comicios, en los que los mayores de 18 años registrados eligen a los compromisarios que deben elegir al Presidente de la Nación. Esto, en esencia, significa que, al igual que había ocurrido en el proceso de Primarias serán los representantes los que elijan de forma real al Presidente, pudiendo ocurrir que no sigan el mandato del pueblo, como, por cierto, ya ha ocurrido en varias ocasiones, lo que les convierte en “compromisarios deshonestos”.
Salvo sorpresas, los compromisarios sí cumplen con el mandato de las urnas, por lo que es fácil determinar, en plena noche electoral, el resultado de los comicios. Pero no siempre ocurre así. Las Elecciones de 2000, que han pasado a la historia como las más disputadas, no se resolvieron hasta muchos meses después, al impugnar uno de los candidatos el resultado de Florida, que dio la victoria a George W Bush frente a Al Gore.
Si no ocurre nada raro, el proceso continúa, y lo hace el primer lunes siguiente al segundo miércoles de diciembre, cuando se reúne el Colegio Electoral, o más bien eso es lo que dice la teoría, pues en la práctica los Electores no se reúnen físicamente en un espacio, sino que emiten su voto, que es certificado en la capital del país, y se guarda para el recuento oficial que se celebrará en enero.
Será la primera semana de enero cuando el Congreso de los Estados Unidos, formado por el Senado y la Cámara de Representantes, cuenten los votos y proclamen de forma oficial al Presidente que será nombrado en un acto de Investidura que se celebra a mediodía del 20 de enero, salvo que este día caiga en domingo. Si así ocurre, el juramento se toma ese día en la Casa Blanca en privado y se repite al día siguiente en una ceremonia pública.
Este curioso sistema electoral, a doble vuelta y de elección indirecta, provoca situaciones curiosas, como el hecho de que no sea necesario ganar en voto popular para llevarse la Presidencia. La teoría dice, aunque nadie ha llegado hasta ese extremo, que ganando en tan solo once estados se puede conseguir la nominación, aunque no se consiga ni un solo voto en los otros 38. Sin embargo, el decantamiento de los electores de los distintos Estados por uno u otro candidato hace que en muchos de ellos la victoria esté clara desde antes incluso de iniciarse el proceso de Primarias, por lo que los votos decisivos están en los llamados “Swing States” o “Estados bisagra”. Serán estos, que cambian de preferencia según las Elecciones, los verdaderamente importantes, pues ganar en la mayoría de ellos supone llevarse la Casa Blanca.
Samuel Román