A Belén, pastores
La Zona Este guarda auténticas joyas del Belenismo que se construyen por Navidad
Es muy posible que en muy pocos años la UNESCO reconozca el Belenismo dentro de su lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. De momento el primer paso ya se ha dado con la aprobación de esa misma declaración por parte del Gobierno de España. Y es que montar el Belén es mucho más que una tradición católica, al ser una representación de arte popular, cultura e historia de los pueblos.
La historia del primer Belén se remonta a 1223, en Greccio, Italia. San Francisco de Asís, un hombre profundamente devoto y con un gran deseo de compartir la alegría de la Navidad, tuvo la idea de representar el nacimiento de Jesús de forma viviente.
Pero el verdadero origen del Belenismo hay que buscarlo mucho más atrás. Así se han encontrado representaciones en las catacumbas romanas, siendo el más antiguo un fresco de principios del siglo II hallado en la “capella greca” en plena Vía Salaria. La escena muestra a la Virgen María, que lleva en su pecho al niño Jesús, y frente a ellos se encuentran los tres Reyes Magos.
Cuenta la leyenda que serán los templarios los encargados de mantener viva la tradición hasta que en el siglo V el Papa Sixto III traslade a Roma los fragmentos de la “santa cuna” que quedarán guardados en una capilla situada en Roma. Allí el Papa celebraba representaciones que recreaban el nacimiento de Cristo. Esta iglesia con el tiempo se convertiría en la Basílica de Santa María la Mayor, una de las más importantes de la ciudad eterna.
En el siglo VIII, y a pesar de la oposición frontal de la Iglesia, las escenas de la vida de Jesús, tanto de su nacimiento como de su muerte, se convierten en autos teatrales representados en las plazas públicas de las ciudades, lo que lleva al Papa a prohibir cualquier representación de la vida de Jesús, al considerarlas “potencialmente blasfemas”.
Ya en el siglo XIII, y tras volver de Tierra Santa, Francisco consigue una bula papal para representar su “nacimiento”, considerado el origen “oficial” del Belén. Una representación, por supuesto, envuelta en el mito, y es que cuenta la tradición que en el momento en que dieron las doce de la noche del día de Navidad, el muñeco de plástico que representaba a Jesús cobró vida y empezó a llorar en la cueva convertida en el primer Belén.
Por cierto, dos de los elementos más icónicos de los nacimientos nacen precisamente en esta representación. Así será San Francisco el que incorpore el buey y la mula a la escena del pesebre, pues tan solo aparecen mencionados de pasada en un pasaje bíblico del Antiguo Testamento.
Rápidamente la idea de San Francisco triunfa entre el pueblo que, para no romper la prohibición de la Iglesia, monta belenes estáticos. Así durante la Edad Media pocas eran las iglesias que no mostraban un nacimiento durante la época navideña.
Pero el Belén tal y como lo conocemos tiene también fecha de origen. En concreto se construyó en 1534, y fue idea de San Cayetano de Thiene, que creó un pesebre con figuras de madera pintadas, cubiertas con ropajes y con cabeza de terracota o cartón piedra. En el Barroco lo que es la una tradición en las iglesias se extiende también a las casas de los señores, y pocos siglos después también a las de los siervos.
En España la introducción del Belén se debe a franciscanos y clarisas, si bien será Carlos III el que Simpulse de forma definitiva la tradición. El Rey se trajo la costumbre desde Nápoles, y junto a María Amalia de Sajonia, empezaron a instalarlo en los palacios.
Además construyeron una sala especial para realizar el “Belén del Príncipe”, que se instaló primero en el Palacio del Buen Retiro y después en el Palacio Real, y que aún hoy puede visitarse. Se trata de una auténtica obra de arte construida por los imagineros valencianos José Esteve Bonet y José Ginés Marín y el murciano Francisco Salzillo.
La “democratización” del Belén llegará en el siglo XIX cuando las figuras comienzan a producirse en serie situándose las principales fábricas en Murcia, Granada, y, por supuesto, Olot. Será en esta época cuando nace el tradicional mercado navideño de la Plaza Mayor de Madrid, uno de los más grandes en los que se podían encontrar las novedades para el nacimiento cada Navidad.
Con el siglo XX, y tras el ínterin de la República y la Guerra Civil, los Belenes vuelven a ocupar el espacio público. Así comenzarán a exhibirse en Ayuntamientos, Centros Culturales, calles y plazas de toda España, convirtiéndose en un reclamo más del turismo navideño. Y esta tendencia se prolonga hasta el siglo XXI, donde, al igual que ocurría con las luces de Navidad y los Árboles, las ciudades compiten por tener el Belén más grande y espectacular con el que atraer visitantes.
Y la Zona Este no se queda al margen de esta “guerra de Belenes”, pues son varias las localidades que se convierten en reclamo turístico durante estas fechas. Así, el Belén más grande de Madrid está en Alcalá, y no es otro que el Belén Monumental de la Fábrica GAL, con casi 250 metros cuadrados y más de 300 figuras de hasta cincuenta centímetros. Organizado por la Asociación de Belenistas de Alcalá cuenta con figuras de los artesanos José Luis Mayo, Joaquín Pérez y Javier Guilloto, junto a una extensa colección de distintos belenes más pequeños y dioramas, en un espacio expositivo de 1.000 m2.
También destaca por su espectacularidad el Belén Monumental de San Sebastián de los Reyes, instalado en los Corrales de los Encierros de la localidad. Creado por la Asociación de Belenistas de San Sebastián de los Reyes, se construye desde el año 2000 con motivo del bimilenario del nacimiento de Jesús.
Se caracteriza por su tamaño, ocupando más de 115 metros cuadrados, y por la cantidad de figuras, que superan las 500. La construcción es una obra de arte inmersiva que requiere un trabajo extensivo; se menciona que se dedicaron más de 10.000 horas a su creación. El nivel de detalle y realismo es destacado, gracias al trabajo de los socios de la asociación en la talla de las piezas.
Pero los estáticos no son los únicos Belenes que pueden visitarse durante la temporada navideña. Así, por ejemplo, Las Vegas muestra varias representaciones de Belenes Vivientes de enorme importancia, como el de Pezuela, el más antiguo con 29 ediciones a sus espaldas; Anchuelo, con más de doscientos participantes en catorce escenarios; Valdilecha, Valdeolmos o Colmenar de Oreja.
Y hay un tercer modelo, mucho más moderno, que también está presente en la Zona Este. Y es que, al más puro estilo del montado por San Francisco, las ciudades han comenzado a crear “Belenes inmersivos”, auténticos recorridos por recreaciones de Galilea con figuras de tamaño real. Y uno de los más grandes de Madrid está también en la Zona Este.
El "Camino de Belén" en Torrejón de Ardoz es un belén monumental a escala real, ubicado dentro del Parque de las Mágicas Navidades. Se extiende a lo largo de casi 7.000 metros cuadrados y ofrece una experiencia inmersiva para los visitantes.
A diferencia de los belenes tradicionales, este no se limita a una representación estática, sino que invita a recorrer un camino que recrea el viaje de María y José a Belén. La descripción sugiere una ambientación detallada y realista, permitiendo a los visitantes adentrarse en la escena del nacimiento de Jesús.
Samuel Román